Los alimentos, bebidas, transporte y hasta la electricidad cuestan cada vez más en países de la región, impulsados por una mezcla de factores globales y endógenos a los países
En el último año, encima del incremento en el desempleo y la pobreza, los latinoamericanos han ido pagando cada vez más por comida y algunos servicios. La inflación ha pegado de manera gradual y, en momentos, de golpe, como un nuevo impuesto que no requirió aprobación legislativa. El rebote de la economía mundial y las interrupciones en las cadenas de suministro son, en parte, culpables, pero existen también factores endógenos en algunos países que han contribuido: la incertidumbre política, las condiciones climatológicas y un alza extraordinaria en el consumo.
Miles de peruanos cuidan cada gota de aceite para cocinar ahora que el precio ha subido más de 100%. En Brasil, la electricidad se ha vuelto más cara. En México, el incremento en el combustible más utilizado en los hogares, el gas LP, llevó al Gobierno Federal a aplicar precios máximos y crear, además, una empresa distribuidora del Estado. En Colombia, lo caro que se ha vuelto el chocoramo, una popular golosina, se ha vuelto tendencia en redes. Es un trago amargo, pero expertos ven que la aceleración de precios más fuerte ya pasó y lo que viene será una estabilización.
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