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“Coronasomnia”: por qué los trastornos en el ritmo del sueño aumentaron durante la pandemia


 La situación de pandemia que estamos viviendo ha ocasionado innumerables trastornos en el ritmo del sueño. Eso puede tomar la forma de insomnio, que es la dificultad para conciliar o mantener el sueño, lo cual se traduce en la percepción de un sueño no reparador, con cansancio y sueño durante el día. Esto, que probablemente sea el trastorno más frecuente, se ve habitualmente en un 20 por ciento de la población.

“Un porcentaje de la población mundial sufre en algún momento de su vida de insomnio. Y en esta época de pandemia hay algunos estudios que informan o que probablemente el 50 por ciento de la población padezca trastornos del sueño durante la cuarentena”, enfatiza el doctor Juan Facundo Nogueira, médico neumonólogo y especialista en Medicina del Sueño del Hospital de Clínicas (MN 84970).

Con pandemia o no, es difícil convivir con insomnio. Los problemas constantes para conciliar el sueño o de mala calidad puede provocar impactos a largo plazo en la salud, como obesidad, ansiedad, depresión, enfermedades cardiovasculares y diabetes. La insuficiencia del sueño, que muchas autoridades sanitarias consideran con menos de siete horas por noche, también afectan el trabajo. Diferentes estudios han demostrado que aumenta las probabilidades de cometer errores, inciden en la concentración y aumenta los tiempos de reacción, como así también, en el estado de ánimo.

De repente, muchas personas nos convertimos en insomnes. Con la pandemia en su segundo año, meses de distanciamiento social, han sacudido nuestras rutinas diarias, eliminando los límites de la vida laboral y la incertidumbre constante en nuestras vidas, con consecuencias desastrosas para el sueño. Nuestra salud y productividad podrían enfrentar serios problemas a causa de ello. Sin embargo, la magnitud del problema podría generar un cambio, introduciendo nuevos elementos en la forma en que tratamos los trastornos del sueño y volviendo a encaminar nuestras vidas.

Esto tiene que ver con múltiples factores. Por un lado, el miedo a la enfermedad, a la pandemia, a la incertidumbre. El gran temor a contagiarse uno o que se contagien seres queridos y que producto de eso puedan tener complicaciones serias o incluso la muerte. Eso es un temor razonable y que encima se ve agravado por la falta de medidas o de tratamientos que puedan controlar esta pandemia. Estamos todavía bastante lejos de poder controlarla. Y cada instancia va agregando más incertidumbre porque, bueno, ahora estamos en la etapa de empezar a aplicar las vacunas y está toda la incertidumbre de si vamos a tener vacunas suficientes, sostiene el especialista en Medicina del Sueño.

“Esos temores afloran fundamentalmente a la noche, durante el sueño. Cuando uno se va a dormir, se va a la cama, todas las preocupaciones y todos los procesos o pensamientos que ocupan nuestra mente durante el día se esfuman y quedan focalizados aquellos pensamientos o temores que son los más importantes. En este caso, en general, tienen que ver con la pandemia y con la enfermedad. Entonces a la noche nos acostamos y todo el miedo que tenemos de contagiarnos, que se haya contagiado alguien, o si tenemos algún síntoma que no nos queda claro y nos preocupa, nuestra cabeza inconscientemente va a hacer foco en esos pensamientos y se van a amplificar, nos van a parecer que son todavía mucho más graves y más serios”, afirma Nogueira.

“A toda esta incertidumbre y todo este miedo se le suma el aislamiento, el hecho de no poder ver a los familiares, de no poder ver a los amigos. Esta falta de contacto estrecho. El no poder tocarnos, abrazarnos. Compartir un café, compartir un mate, compartir una cena. Todo eso que durante tantos meses fue muy estricto ha llevado a situaciones de mucha depresión. 

Seguramente hay un incremento en los porcentajes de depresión en la población general, y esto tiene como uno de los síntomas capitales el insomnio. La gente mayor que por ahí ve que su expectativa de vida no es muy prolongada y encima no sabe cuánto tiempo va a tener que estar aislada, porque constituyen el grupo de riesgo más importante y no pueden ver a los hijos ni a los nietos.

 Hay cuidados, trámites o cuestiones que necesitan ser atendidas por familiares y que no pueden ser resueltas. Todo eso lleva también a una situación de mucha angustia, ansiedad que va a repercutir muy negativamente en el sueño”, agregó.

El doctor Steven Altchuler, psiquiatra y neurólogo que se especializa en medicina del sueño en la Clínica Mayo (EE.UU), señala que están en juego múltiples factores. Primero, nuestras rutinas y entornos diarios se han visto interrumpidos, lo que dificulta mantener intacto nuestro ritmo circadiano. Normalmente, nuestros días se ejecutan en un horario de despertadores, viajes diarios, descansos y horas de dormir, pero el COVID-19 ha sacudido todo eso. “Perdimos muchas de las señales externas que están presentes en las reuniones de la oficina, los descansos programados para el almuerzo”, dice el especialista. “Lo que estás haciendo, durante el trabajo remoto, es interrumpir el reloj de tu cuerpo”, afirmó.

la pandemia, es la de las pesadillas, que interrumpen el sueño, que nos despiertan en la mitad de la noche transpirados, agitados, con taquicardia. Y también tiene que ver con esto, con la acumulación de estrés, de ansiedad, de angustia, de incertidumbre, de miedo. Todo eso aflora durante el sueño. Esos pensamientos negativos van pulsando, haciendo presión sobre nuestra conciencia y terminan venciéndola y se transforman en pesadillas, en despertares, y después a veces incluso hasta nos es difícil volver a conciliar el sueño producto de que nos quedamos estresados, ansiosos o angustiados.

La catedrática de la Universidad de California, Angela Drake, manifiesta: “Tu cerebro está condicionado. Siempre estás en tu lugar de trabajo y trabajando, y luego en tu casa y te estás relajando. Allí hay una diferenciación. Ahora, estamos todos en casa todo el tiempo“. La experta trata a pacientes con trastornos del sueño y también señala el hecho de que cuando trabajamos desde casa, podemos hacer menos ejercicio y potencialmente menos exposición a la luz natural, lo que contribuye a dormir mejor.

Distintos expertos manifiestan que se descansa bien, cuando durante el día no hay sueño y uno está activo. Si uno logra conciliar el sueño en un par de minutos por la noche, es un indicio de un buen pernoctar. De todas maneras, los cambios vertiginosos marcados por la pandemia del COVID-19, conllevaron a un cambio de modalidades adoptadas y que se vieron fuertemente modificadas tras la aparición del coronavirus.

¿Cómo revertirlo? “El abordaje inicial del insomnio en esta situación siempre tiene que ver primero con ajustar medidas de higiene de sueño. Ser muy prolijos con los horarios. Tener una agenda muy ordenada. Coordinada con la luz solar. Una agenda de alimentación, de actividad física regular, idealmente lejos de las horas de descanso porque la actividad física intensa retrasa y fragmenta el sueño.

Una alimentación balanceada, evitar las cenas muy copiosas, el consumo excesivo de alcohol, porque si bien da sueño pero es de muy mala calidad cuando uno se va a dormir con una dosis importante. Y sobre todo lo más importante es trabajar sobre los pensamientos y sobre la conciencia. Tratar de hacer actividades que nos relajen, tales como el yoga, cualquier técnica de meditación o simplemente ejercicios de elongación y de respiración profunda”, manifiesta Nogueira.

Por otra parte señala que se debería implementar una rutina de sueño.

 Ese es el primer paso. Si eso no nos resulta bueno, hay que tratar de hacer una consulta con algún especialista y seguramente intentar implementar alguna terapia conductual, algo que nos permita trabajarlo, y también sobre los pensamientos automáticos que afloran durante el sueño o en el momento que vamos a dormir, y eso nos va a ayudar a desarrollar herramientas para tratar de controlar esos pensamientos, para tratar de controlar nuestra mente. Según el doctor Nogueira, “no es necesario bloquear la mente con fármacos porque eso no soluciona nada, lo único que hace es retrasar la solución del problema. Y sobre todo hacernos conscientes de que el sueño requiere nuestra atención.

Tenemos que poner el sueño dentro de nuestra agenda y organizar nuestra agenda cotidiana en función del sueño. Descansar bien es tan importante como alimentarnos, es tan importante como tener afecto, es tan importante como respirar. Es una parte muy importante de nuestras vidas. El sueño es vital no solamente para nuestra cabeza, para nuestro cerebro, para nuestro funcionamiento intelectual, sino también para múltiples funciones vitales de nuestro organismo que lo precisan”.

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