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Cómo las vacunas de la gripe pueden ayudar en la lucha contra la COVID


Mientras esperamos con impaciencia el desarrollo y la aprobación de una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19, hay otra que salva vidas y que ya está disponible para casi todos los mayores de 6 meses.
Se trata de la vacuna contra la gripe, ofrecida como un evento anual en el que no participan suficientes personas. Las excusas son numerosas, desde “nunca me da gripe” hasta “me vacuné una vez e igual me dio gripe”.
Esa última excusa es especialmente reveladora, pues refleja un malentendido generalizado sobre la naturaleza y la eficacia de las vacunas contra la gripe, el cual podría presentarse también para cualquiera de las nuevas vacunas contra el coronavirus que tal vez lleguen al mercado estadounidense.
En general, las vacunas contra la gripe tienen una eficacia promedio del 50 por ciento en la prevención de la infección causada por las principales cepas del virus de la gripe que se espera que circulen en el país en la próxima temporada de gripe, normalmente de noviembre o diciembre a abril o mayo. Las vacunas contra la gripe se administran de manera anual por dos principales motivos: 1) los virus de la gripe mutan con facilidad y la mezcla de cepas virales varía de un año a otro, y 2) aunque los virus no cambien de manera significativa, la inmunidad contra ellos disminuye poco a poco y prácticamente podría desaparecer en la siguiente temporada de gripe.
Estén preparados, amigos. Quizá ocurra lo mismo con la vacuna de la COVID-19. “Si se desarrollara una vacuna que fuera 50 por ciento efectiva en la prevención de COVID, aun así estaría autorizada”, me dijo Michael Osterholm, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Minnesota. “Por supuesto, nos gustaría un mayor grado de eficacia, pero, como ocurre con la vacuna de la gripe, el 50 por ciento de protección es mejor que cero. Una vacuna contra la COVID probablemente no será tan efectiva como las vacunas infantiles con las que estamos familiarizados”, dijo Osterholm.
Por lo tanto, incluso después de haber sido inmunizados contra la COVID-19, es posible que de todos modos debamos practicar el distanciamiento social, usar cubrebocas en público, lavarnos las manos a menudo y limitar las reuniones en interiores hasta que este virus, que en demasiadas ocasiones ha demostrado ser letal, “desaparezca”, como lo predijo una vez el presidente Donald Trump. Del lado positivo, estas medidas de protección contra la COVID también deberían ayudar a limitar la propagación de la gripe. Dentro o fuera de casa, los cubrebocas pueden reducir la transmisión aérea de ambas enfermedades virales, que se propagan cuando una persona infectada tose, estornuda, habla o canta.
Dado que ya sabemos que los anticuerpos que las personas desarrollan después de una infección por coronavirus parecen disminuir con el tiempo, es muy probable que cualquier vacuna contra la COVID deba administrarse repetidamente, tal vez cada año, para proporcionar una protección adecuada. A diferencia de la gripe, la COVID-19 no ha mostrado evidencia de tener una temporada. Sin importar que el clima sea caliente, frío, seco o húmedo, este coronavirus es sumamente infeccioso. No obstante, como la gripe, se propaga con facilidad de persona a persona y puede ser transmitido incluso antes de que los infectados sepan que son contagiosos. También puede ser transmitida por aquellos que están infectados y no se enferman de manera evidente.
Los expertos actualmente están más preocupados por una probable confluencia este invierno entre una epidemia de gripe y la pandemia de COVID-19 que aún está en marcha, lo que fácilmente podría desbordar el sistema de atención médica y crear de nuevo una escasez de camas de hospital y equipo de protección personal. La neumonía es una complicación común de la gripe que podría aumentar la carga de hospitalizaciones necesarias para las personas con una infección de coronavirus que pone en peligro su vida.
Los expertos también están preocupados por las personas que contraen gripe y, pensando que podría ser COVID, buscan atención médica y una prueba que podría exponerlos accidentalmente a este temido virus, así como causar una escasez de pruebas. Ambas enfermedades pueden producir síntomas similares: fiebre, tos, dificultad para respirar y fatiga que puede ser extrema.
Otra posibilidad preocupante es que las personas que contraen la gripe pueden ser aún más susceptibles de contraer el coronavirus y de desarrollar una enfermedad grave.
Incluso si descartamos un mayor riesgo de contraer COVID-19, las complicaciones de la gripe pueden ser graves. Incluyen neumonía bacteriana, infecciones de oído, infecciones de los senos nasales y un empeoramiento de condiciones médicas crónicas como el asma, la diabetes y la insuficiencia cardiaca congestiva. Otras personas que corren un mayor riesgo de sufrir complicaciones graves relacionadas con la gripe son las personas mayores de 65 años, las mujeres embarazadas y los niños menores de 5 años.
Entonces, ¿quién debería vacunarse contra la gripe? No deben hacerlo los niños menores de 6 meses ni las personas con ciertos padecimientos médicos que podrían incluir a aquellos con un historial de síndrome de Guillain-Barré o una reacción alérgica previa a la vacuna de la gripe. Sin embargo, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la mayoría de las personas con alergia al huevo pueden vacunarse contra la gripe sin ningún problema. La vacuna contiene virus inactivados, por lo que es segura para quienes no deben ser inmunizados con una vacuna de virus activos. Pero es mejor no vacunarse contra la gripe cuando no te sientes bien.
Algunas formas de la vacuna contra la gripe están aprobadas solo para su uso en adultos. La vacuna de la gripe recombinante Flublok Quadrivalent, por ejemplo, que no utiliza virus cultivados en huevos, es adecuada para los mayores de 18 años.
Para las personas mayores de 65 años, existe una vacuna inactiva de tres componentes llamada Fluzone HighDose, que está disponible y cuenta con la cobertura de Medicare. Se recomienda especialmente a las personas que viven en asilos de ancianos y otros centros de atención a largo plazo. Contiene cuatro veces el nivel de antígeno necesario para provocar una respuesta inmunológica que el que se encuentra en las vacunas contra la gripe de dosis estándar. Según un estudio publicado en The New England Journal of Medicine, la vacuna de alta dosis fue 24,2 por ciento más efectiva en la prevención de la gripe en adultos mayores que la vacuna de dosis estándar. Otro estudio, publicado en The Lancet Respiratory Medicine, encontró que el uso de la vacuna de alta dosis redujo el riesgo de hospitalización relacionada con la respiración entre los residentes de los asilos.
En general, octubre es el momento ideal para vacunarse contra la gripe para ayudar a proporcionar una protección que dure toda la temporada que viene, pues los efectos pueden disminuir con el tiempo. Dada la pandemia, septiembre podría ser una mejor opción este año, pero, como me dijo mi médico, el mejor momento para vacunarse es en cuanto puedas.
A los expertos les preocupa que la gripe estacional y el coronavirus puedan saturar el sistema de salud y crear una nueva escasez de camas de hospital y equipos de protección personal, por lo que es especialmente importante que consideres la posibilidad de vacunarte contra la gripe este año.

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