Infobae.– El deseo es un estado de disponibilidad hacia lo erótico que es subjetivo y cambiante. Habla de las ganas, la apertura y también de la receptividad. Puede aparecer de manera espontánea, pero es importante mantener una postura activa para alimentarlo.
Empecemos por desarmar algunos de los principales mitos que circulan alrededor del deseo:
1. Que deseo y frecuencia sexual es lo mismo.
La frecuencia sexual la podemos pensar como los encuentros sexuales con un otro. Incluye la actividad erótica que esa pareja sexual comparta, sea caricias, estimulación manual, oral, penetraciones, etc.
El deseo es muchísimo más amplio. Remite a aquellos pensamientos sexuales o eróticos, recuerdos, fantasías, sueños, excitación y actividades sexuales como la masturbación o encuentros con otras personas. Incluye desear o sentir atracción hacia terceros así como también aquel espacio propio de encuentro con la propia sexualidad. Diferenciarlos nos ayuda a entender que quizá no es falta de deseo hacia mi pareja lo que causa una disminución en la frecuencia, sino que se debe a factores como desencuentros, falta de tiempo y espacio adecuado, dificultades en la comunicación, etc.
2. Que las mujeres naturalmente tienen menos deseo que los hombres.
Si bien la libido puede verse afectada debido a cambios hormonales como la lactancia o la menopausia no significa necesariamente que las mujeres tengan un menor impulso sexual que los hombres. Es cierto que los hombres tienen un poco más de testosterona disponible y necesitan menos sangre para alcanzar la excitación. Es decir que su respuesta puede ser bastante más rápida. Pero no podemos negar que, más allá de lo biológico, existen factores sociales y culturales que desde hace siglos han soplado a favor del deseo masculino más que del femenino.
Creer que es natural un bajo deseo por el simple hecho de ser mujer es una falsa creencia. El deseo se construye a partir de la historia de cada persona, las vivencias, la personalidad, lo biológico, lo vincular, etc.
3. Que todos los hombres tienen un gran impulso sexual.
Si habremos escuchado la frase “los hombres siempre quieren”. Es perjudicial pensar que los hombres tienen un gran impulso sexual, impone estándares poco realistas y expectativas dañinas.
4. Que tener bajo deseo está mal.
La mayoría de las personas pasa por momentos de mayor y menor activación de su deseo, pero incluso aquellos que manejen niveles bajos regularmente, sólo deben ocuparse del tema si es algo que les incomoda y nunca por la presión externa. No hay una medida que nos marque un deseo “normal” ni una frecuencia sexual determinada. Siempre vamos a evaluar el malestar subjetivo y las consecuencias que le trae para sí y para terceros.
5. Que el deseo es espontáneo.
No es que esto no suceda, sino que no sucede siempre ni es la única manera en que surge el deseo. El problema es que socialmente creemos que va a ser así, por lo que nos quedamos esperando que las ganas surjan espontáneamente en lugar de trabajarlo. En vez de poner el foco en cómo conectar con nuestro deseo o cómo generar momentos con el otro, nos quedamos expectantes a que aflore naturalmente. Llevamos la atención al resultado, frustrándonos y dejamos de prestar atención a cómo se desarrolla el proceso del deseo.
6. Que el deseo baja con los años.
El deseo no tiene fecha de vencimiento. Creer que personas de mayor edad no sienten deseos o que no mantienen una vida sexual activa es un prejuicio. La edad puede presentar cambios a nivel físico pero el deseo tiene muchas aristas. El cómo vivimos la sexualidad entrados los años depende, en gran medida, de la relación con el sexo que hemos construido a lo largo de la vida.
7. Que las personas con discapacidad no tienen deseo.
Se trata de un mito bastante instalado a nivel social que tiene que ver con la tendencia a infantilizar a las personas con discapacidad. No hay ninguna condición física ni mental que nos haga suponer que esa persona no tiene deseo.
Veamos ahora las 3 grandes verdades acerca del deseo:
• Es personal: no hay dos personas que deseen de la misma forma y con la misma frecuencia.
• Es variable: nadie nace con un deseo fijo. Varía de un momento a otro, de un momento del ciclo menstrual a otro, de una relación de pareja a otra, de un ánimo a otro, etc.
• Depende del contexto: ¿Qué hace que a veces quieras y a veces no? El contexto. Cómo me siento, cómo fue mi día, cómo se encuentra mi pareja, bajo qué nivel de estrés me encuentro, si estoy conectado/a, si hay estímulos suficientes, etc.
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