(EFE).- Las elecciones primarias en Honduras, con miras a las generales de noviembre, se convirtieron en «un ensayo fracasado de democracia» en el que, con las denuncias de fraude, se evidenció nuevamente que la clase política no le juega limpio a un pueblo que con sus impuestos financia los procesos electorales.
Los comicios primarios o internos de los partidos Nacional, en el poder; Libertad y Refundación (Libre), primera fuerza de oposición, y Liberal, segunda, celebrados el pasado 14 de marzo, costaron unos 1.100 millones de lempiras (unos 45,8 millones de dólares), que representan un alto valor para un país empobrecido como Honduras.
El analista Manuel Torres dijo a Efe que «las elecciones primarias resultaron ser un ensayo fracasado de democracia, con respecto a las generales de noviembre próximo», en las que se escogerá al nuevo presidente del país, 298 alcaldías municipales, 128 diputados para el Parlamento local y 20 para el Centroamericano.
Dos semanas después de las elecciones, el Consejo Nacional Electoral (CNE) no tiene un informe completo de los resultados, sobre los que hay denuncias de fraude en los tres niveles electorales, en los tres partidos que participaron en la contienda.
LAS «CACHURECADAS» DE LOS PARTIDOS
El fraude, las inconsistencias, la alteración de actas, en muchos casos con más número de votantes que los que acudieron a una urna, y otras prácticas sucias no son nuevas en Honduras, aunque durante muchos años la oposición ha atribuido los fraudes al Partido Nacional, que durante un siglo ha alternado el poder con el Liberal.
Precisamente por elecciones salpicadas por denuncias de fraude, surgió el calificativo «cachurecada», asociado a que a los militantes del Partido Nacional también se les conoce como «cachurecos».
Pero las «cachurecadas», al menos en las primarias también las habrían puesto en práctica en los partidos Libre y Liberal.
Militantes de Libre han repudiado el fraude que algunos precandidatos a cargos de elección popular denunciaron, además de resaltar que se trata de pocos casos y no de una práctica generalizada de la primera fuerza de oposición.
Lo mismo ha ocurrido en el Partido Liberal, en el que el precandidato presidencial Luis Zelaya acusa de fraude a su contendiente Yani Rosenthal, quien en agosto de 2020 regreso al país después de cumplir en EE.UU. una condena de tres años de cárcel por lavado de activos ligado al narcotráfico.
Las denuncias de fraude en las primarias han sido menores en el Partido Nacional, que compitió con dos precandidatos presidenciales, de los que el ganador, según los informes preliminares, es Nasry Asfura, alcalde de Tegucigalpa, ante Mauricio Oliva, jefe del Parlamento.
Libre participó con cuatro precandidatos y la virtual ganadora es Xiomara Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya, quien fue derrocado el 28 de junio de 2009 cuando promovía reformas que la ley le impedía, en un país que no ha podido consolidar su democracia, a la que volvió después de casi 20 años de regímenes militares.
Manuel Torres considera que las elecciones primarias han sido «un ensayo fracasado por varias razones» y dice que «una de las fallas es el fracaso de los organismos de la institucionalidad electoral para poder dirigir el proceso».
«Es un proceso en el cual la principal falla de origen, en mi opinión, radica en el hecho de que es financiado por el pueblo hondureño, con más de 1.000 millones de lempiras, que se pudieron invertir en comprar las vacunas que reactiven la sociedad -por la pandemia de covid-19- y la economía», subrayó el analista.
Además, según Torres, el Consejo Nacional Electoral entregó su control a los partidos políticos sin ninguna garantía de que estos puedan respetar la ley, tal como está establecido.
«Eso da lugar a un segundo elemento que permite calificar como un fracaso este proceso, las múltiples evidencias de fraude que ocurrieron al interior de los propios partidos. Es una especie de antropofagia electoral porque los partidos ensayaron el fraude entre sus propios partidarios, entre sus propias corrientes internas», añadió.
Otros analistas también consideran que si se llega a las elecciones de noviembre con las mismas irregularidades de las primarias, lo que se presagia es un proceso fraudulento en un país que no ha superado la crisis causada por el golpe de Estado a Manuel Zelaya en 2009, que se agudizó con el «fraude» que, según la oposición, hubo en las de 2017.
Ese año, el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, fue reelegido para un segundo período, pese a que la Constitución no lo permite bajo ninguna modalidad, pero lo buscó luego de que en mayo de 2015 una interpretación del poder Judicial le diera luz verde.
HONDURAS PERDIÓ EL RUMBO DE SU TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA
Torres indica que «lo que se ve en perspectiva es que las elecciones de noviembre partirán sin garantías reales de que puedan ser efectivamente democráticas y permitan encontrar en ese proceso una solución a la grave crisis institucionalidad y de ineficacia gubernamental que vive el país».
Señaló además que el retorno a la transición a la democracia, que se inició en 1980, cuando se instaló una Asamblea Nacional Constituyente que convocó a elecciones generales en noviembre de 1981, «es un proceso que vive ya su ocaso con respecto a la transición inicial en 1982», cuando asumió el poder Roberto Suazo Córdova, del Partido Liberal.
Parte de ese «ocaso» que marcó al proceso democrático hondureño fue el golpe de Estado del 2009, al que se ha sumado «una década de absoluto reino de la ilegalidad y de la inconstitucionalidad en el país, cuyo ejemplo más notorio fue la reelección forzada del presidente Hernández en el 2017», indicó Torres.
Los últimos 40 años de vida democrática el poder lo han alternado los partidos Nacional y Liberal, ganando cinco elecciones cada uno, las últimas tres consecutivas por los «cachurecos», pero eso no ha representado bienestar para un país de 9,5 millones de habitantes de los que más del 60 por ciento son pobres.
Lo que ha tenido Honduras en 40 años de elecciones son políticos que pareciera que se esfuerzan, al máximo, no para resolver los problemas del país, sino para crear crisis que después no resuelven, sino que las agudizan, como ha ocurrido desde 2009.
«En lugar de avanzar democráticamente, las elecciones van en retroceso, lo que significa en definitiva que Honduras perdió el rumbo de su transición a la democracia y no se ve en perspectiva que se reanude pese a la urgencia de encontrar soluciones a la crisis del país», recalcó Torres.
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