Infobae.- El confinamiento como consecuencia del coronavirus COVID-19 provocó que tanto adultos como niños adopten nuevos hábitos en sus rutinas diarias. El teletrabajo en los adultos, las clases remotas de niños y jóvenes y la gran cantidad de propuestas de entretenimiento online para todas las edades, generó que prácticamente todas las personas pasen muchas más horas dentro de sus hogares y delante de las pantallas digitales.
Lo negativo fue que esa misma tecnología que ayuda a mantener la vida laboral y los estudios al día, también puede causar o puede aumentar los problemas visuales.
Por ejemplo, los niños que antes destinaban las tablets, notebooks y teléfonos celulares al ocio, comenzaron a utilizar estos dispositivos también para clases online y videollamadas con parientes y amigos, prolongando su uso en detrimento de un contacto social o salidas a realizar otras actividades.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que, en 2050, una de cada dos personas en el mundo será miope.
Asimismo se estima que, debido al actual escenario sanitario, se podrían acelerar estas proyecciones, como resultado de los factores ambientales relacionados con la masificación del uso de dispositivos tecnológicos, pese a que el origen de la miopía es principalmente hereditario.
“La miopía es un defecto de refracción en el que las imágenes se enfocan por delante de la retina y no sobre ella, lo que dificulta la visión de lejos. Una persona que padece miopía ve claramente los objetos cercanos, pero percibe de forma borrosa los que se encuentran a distancia. También, puede producir dolores de cabeza, estrabismo, incomodidad visual”, explicó a Infobae el doctor Germán Bianchi, médico oftalmólogo, jefe de trasplante de córnea en la clínica Dr. Nano.
Y agregó: “Se caracteriza porque el globo ocular es alargado o la córnea es más curva de lo normal. La miopía puede afectar tanto a niños como a adultos, se diagnostica con frecuencia en chicos de entre 8 y 12 años, y, generalmente, empeora durante la adolescencia. Luego, entre los 20 y los 40 años, es menos usual que progrese. Las personas con antecedentes familiares son más propensas a padecerla. Existe una carga hereditaria que podrá predisponer, sobre todo, a las miopías altas”.
Bianchi advirtió que la alta miopía desencadena otras patologías oculares, principalmente, los problemas de retina (desprendimientos, maculopatía) y también glaucoma. “El estrabismo y la ambliopía se podrán dar, sobre todo, en la infancia, cuando exista mucha diferencia de aumento entre un ojo y otro. Si bien esta patología estará, principalmente, influenciada por la carga genética del paciente, hay evidencias científicas de que el medio puede afectar el desarrollo de la miopía. Lugares cerrados, el uso principal de la visión de cerca (por ejemplo, pantallas) y la baja exposición a la luz solar son factores potencialmente favorecedores de la progresión / empeoramiento de la miopía”, puntualizó.
La miopía es uno de los trastornos visuales más comunes. Se clasifica entre las condiciones denominadas como “errores de refracción”, en los que el ojo no puede enfocar claramente objetos distantes. Su daño es progresivo, en los casos más graves, puede provocar dificultades de adaptación a la vida social y laboral, como también ceguera.
“Es muy posible que el grado de miopía, tras la pandemia que estamos viviendo, aumente significativamente en poblaciones infantiles y juveniles debido al encierro y al uso excesivo de la visión de cerca causada por el uso de la electrónica”, reafirmó a Infobae el médico oftalmólogo Pablo Daponte, quien además es Presidente del Consejo Argentino de Oftalmología (CAO).
Mientras mayor es el grado de severidad de esta patología, menor es la distancia a la cual se pueden enfocar objetos y mayor el peligro de que se produzcan otros problemas visuales. Daponte agrega que “los adultos también pueden tener problemas oculares por la exposición prolongada a las pantallas, ya que incide a que el ojo se acostumbre a enfocar a corta distancia y la visión se adecuará a funcionar siempre en ese rango.
Un examen de ojos por un médico oftalmólogo ayuda a determinar si algo en el sistema visual no está bien, no se limita solo a prescribir anteojos, sino que además puede detectar precozmente enfermedades asintomáticas. Durante la pandemia, y tomando todas las medidas sanitarias de precaución para evitar el contagio del virus, ya hay muchos oftalmólogos que comenzaron a atender”.
Los estrictos encierros en casa durante múltiples meses que han experimentado especialmente niños y adolescentes en múltiples países como China, España, Argentina o Italia han creado unas condiciones “ideales” para la miopía y también para conocer mejor las causas tras el aumento de este problema de visión en el mundo. La drástica disminución del tiempo al aire libre y, por tanto, la menor exposición a la luz del sol son factores que se han potenciado súbitamente y como nunca antes con los confinamientos.
En un artículo publicado en la revista médica JAMA Ophthalmology, un grupo de investigadores llama la atención sobre la miopía como un efecto colateral de los confinamientos: “Las medidas de cuarentena fueron y son todavía importantes y nuestra mejor apuesta para reducir la extensión del virus. Sin embargo, un confinamiento inteligente tendría que plantear una planificación cuidadosa de las actividades en el interior y preferiblemente no restringir los juegos en el exterior de los niños. Esto podría ayudar a controlar una ola de miopía por cuarentena”.
En otro artículo científico publicado semanas atrás The Lancet pero esta vez por los especialistas argentinos, las doctoras Carolina Picotti, del Hospital Regional Pasteur y Victoria Sánchz del Centro Médico Lisandro de la Torre, se buscó determinar si la progresión de la miopía en los niños es más rápida durante los cierres escolares y el confinamiento domiciliario durante la pandemia COVID-19. Este fue un estudio de la serie de casos que recopiló datos retrospectivos de errores refractivos durante 2019 y 2020 en pacientes miopes consecutivos que asistían a chequeos regulares para su prescripción de anteojos.
En la visita de 2020 después del parto, la edad media de los 115 pacientes inscritos era de 11·89 ± 3·68 años y el 60·0% eran niñas. La progresión media anualizada para los ojos derecho en 2019 fue de 0·44±0·52 D y aumentó a 0·58±0·53 D en 2020 durante el período que incluyó el confinamiento domiciliario (p = 0·0019). “Las tasas medias de progresión anual de miopía durante el estricto confinamiento en el hogar pandémico fueron más rápidas que el año anterior, en contraste con la desaceleración general de la progresión a medida que los niños envejecen”, concluyeron las expertas en su estudio.
Esto coincide con otras investigaciones científicas en diferentes lugares del mundo, como Estados Unidos y Europa, donde se ha observado que la miopía en niños y adultos jóvenes se ha duplicado en los últimos 50 años. En los países asiáticos este fenómeno es aún más drástico: la prevalencia de miopía en grandes ciudades del sudeste asiático ha pasado de ser del 20 % pocos años después de la Segunda Guerra Mundial a casi el 80 % en la actualidad. Estos cambios tan rápidos en la frecuencia de miopía en diferentes poblaciones del mundo nos muestran que estos resultados no responden a cambios genéticos, sino a factores ambientales.
Una reciente investigación realizada en China ha observado un aumento significativo de la miopía en niños de entre 6 y 8 años: concretamente, un ascenso entre 1,4 y 3 veces superior en 2020 comparado con los cinco años anteriores. De seguir esta tendencia global, investigadores de la Academia Americana de Oftalmología avisan de que para 2050 cerca del 50% de la población mundial podría ser miope.
Aunque los informes sobre la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) que afectan a la salud ya superan los 32000 artículos, los estudios sobre los efectos directos en el ojo parecen ser limitados. Se han descrito conjuntivitis, retinitis, epiescleritis y neuritis óptica como manifestaciones oculares, pero afortunadamente la frecuencia y la morbilidad no son sorprendentes. En la investigación de JAMA Ophthalmology, el doctor Wang sugiere que deberíamos estar preocupados por el resultado oftálmico de COVID-19, no por el virus en sí, sino por el resultado potencial de una medida antivirus sobre la salud ocular, específicamente un resultado en niños que puede tener consecuencias importantes para la agudeza visual más adelante en la vida.
China, seguida de otros países asiáticos, fue el primero en experimentar el brote de virus severo, el primero en comenzar a cerrar escuelas e imponer el confinamiento en el hogar, y el primero (que sepamos) en informar las posibles consecuencias de estas acciones en la miopía. Para el ojo, esto parece ser el desarrollo de miopía a una edad temprana; en particular, un inicio temprano aumenta potencialmente la carga.
Los datos de prevalencia después del bloqueo del COVID-19 en China sugieren un inicio más temprano de una enfermedad, en una gran proporción de niños. Este cambio de edad es muy relevante desde el punto de vista clínico, ya que es bien sabido que la edad de inicio se corresponde estrechamente con el error refractivo final en la edad adulta. Asimismo, cuanto mayor sea el error de refracción, más probable será la aparición de complicaciones que amenacen la vista, como degeneración de retina miope, glaucoma y desprendimiento de retina. Dado que 1 de cada 3 personas con miopía alta tiene una discapacidad visual grave, principalmente en edad laboral, está claro que China se enfrenta a un grave problema de salud pública. Es probable que lo siga gran parte del resto del mundo.
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