Aunque no tiene experiencia diplomática ni el respaldo declarado de ningún país miembro, la ciudadana canadiense originaria de India se postuló a un cargo que hasta ahora no ha ocupado ninguna mujer.
NACIONES UNIDAS — No importa que, después de haber trabajado en un despacho de contadores, Arora Akanksha solo haya trabajado aproximadamente cuatro años como auditora en las Naciones Unidas. Independientemente de eso, a la edad de 34 años, no tiene ninguna experiencia en la diplomacia.
También olvidémonos de que tiene menos de la mitad de la edad del titular a quien desea sustituir: el secretario general António Guterres, el veterano estadista portugués de 71 años y ex alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados.
Arora —usa su apellido primero y prefiere que le llamen Arora— afirmó que como nieta de personas que alguna vez fueron refugiadas, tenía plena conciencia de muchas adversidades.
No obstante, con un presupuesto de 30.000 dólares para su campaña, que, en gran parte, procede de sus ahorros; un sitio web, y publicidad en las redes sociales que comienza con “no es común que las personas de mi gremio reten a las que están al mando”, Arora ha anunciado su candidatura para ser la próxima dirigente de las Naciones Unidas.
El 17 de febrero, Arora, originaria de India y ciudadana canadiense, presentó una carta de solicitud formal para el periodo 2022-27. “No estamos cumpliendo con nuestro propósito ni con nuestra promesa”, decía la carta. “Les estamos fallando a quienes deberíamos servir”.
Ningún país ha respaldado su insólita candidatura pero, por lo menos, la audacia de Arora ha sacudido a esta organización de 193 miembros y centra la atención en el modo históricamente opaco para elegir a su líder. Aunque el proceso se ha transparentado en comparación con las negociaciones secretas que imperaban hace algunos años, muchos esperan que Guterres obtenga un segundo periodo cuando se realicen las elecciones en octubre.
Arora señaló que su mensaje es que las Naciones Unidas está anquilosada, es despilfarradora, paternalista, va a la deriva y tiene una actitud condescendiente hacia muchos de los miembros más jóvenes de su equipo de 44.000 personas en todo el mundo.
Según uno de los videos de su campaña en YouTube, solo alrededor de 29 centavos de cada dólar, de los aproximadamente 56.000 millones de dólares en ingresos anuales totales de las Naciones Unidas, se destinan a las causas más importantes.
“Gastamos nuestros recursos en celebrar convenciones y redactar informes”, señaló Arora, coordinadora de auditoría del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en una entrevista. “Todas estas actividades frívolas que están anunciando. Hemos perdido el sentido de cuál es la razón de nuestra existencia y qué es lo que deberíamos hacer”.
Si las Naciones Unidas fuera una empresa privada, comentó, “ya habría quebrado”.
Lejos de calificar sus ambiciones como insensatas o quijotescas, sus amigos y partidarios admiran su valor e interés por decir lo que piensa.
“Es temeraria”, dijo Pauline Pamela Pratt, una colega en el Fondo de Población de las Naciones Unidas que trabajó con Arora en 2019. “No tiene miedo de ser quien es ni siquiera cuando está entre personas que tienen autoridad sobre ella”.
Pratt recuerda su sorpresa cuando se enteró de los planes de Arora de aspirar al puesto de secretaria general, “pero luego pensé: ‘¿por qué no hacerlo?’”.
Algunos ven a Arora como una ingenua respecto a las fuerzas geopolíticas que han dado forma a las Naciones Unidas durante más de 75 años. Otros se preguntan cómo, precisamente, reduciría los gastos de viaje y otros costos de la gestión de sus lejanas operaciones.
Pese a que el secretario general dispone de una tribuna, el puesto no conlleva mucho poder real y quien lo ocupa obedece en esencia a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad con derecho a veto —el Reino Unido, China, Francia, Rusia y Estados Unidos— quienes tienen una participación decisiva sobre a quién eligen finalmente.
“Estoy seguro de que no tiene ninguna oportunidad y lo sabe”, señaló Edward Mortimer, exfuncionario de las Naciones Unidas que fungía como redactor principal de los discursos de Kofi Annan, el secretario general de 1997 a 2006. “Es una manera valiente de demostrar inconformidad, lo cual, sin duda, sus colegas comparten ampliamente”.
Cuando, en fechas recientes le preguntaron sobre Arora al portavoz de Guterres, Stéphane Dujarric, este les respondió a los reporteros: “Lo diré de esta manera. Yo hablo en nombre del candidato titular, pero no hacemos comentarios sobre ninguna otra persona que desee intentarlo”.
Arora, quien ha solicitado permiso para ausentarse del trabajo durante su campaña, mencionó que ha recibido muchos mensajes positivos de sus colegas y más de 2600 votos en su sitio web y que en los próximos meses espera presentar sus argumentos ante los embajadores de las Naciones Unidas.
“Ni siquiera es un lugar que ponga a prueba, ya que aprueban a los países en términos políticos y negocian”, señaló Arora. “Entonces, sí, este es un desafío de frente y yo no quiero prestarme a juegos ni nada de eso; solo deseo hacer una campaña honesta”.
Sin ser muy conocida fuera de su ámbito laboral, Arora ha realizado una serie de cosas por primera vez que han llamado mucho la atención.
Es la primera persona conocida que de manera oficial ha retado a un titular que busca un segundo periodo y la primera candidata de la generación de los milénials. Y si ganara, sería la primera mujer en dirigir las Naciones Unidas, algo que casi se logró en 2016, cuando siete mujeres destacadas participaron en la contienda con Guterres.
Arora habló de su vida y su ambición el otro día en una entrevista en la sede de las Naciones Unidas, a pocas manzanas de su estudio en el East Side de Manhattan.
Vive de forma frugal, habla a diario con sus padres, que la “apoyan mucho”, dijo Arora, y lee libros de Harry Potter para relajarse. Su guardarropa de vestidos de colores brillantes, incluidos seis adquiridos en Uganda y Kenia en 2017 durante una misión sobre el terreno, destaca entre los trajes usados en su lugar de trabajo.
En cuanto a la motivación de sus aspiraciones para dirigir las Naciones Unidas, Arora la atribuye en parte a su propia historia familiar de refugiados, a un accidente de taxi en Manhattan que la mandó al hospital y al recuerdo de una criatura desnutrida en Uganda.
Al igual que muchos hindúes, sus padres huyeron de Pakistán a India después de la separación en 1947, un hecho que signó su visión del mundo. Al preguntarle sobre la posibilidad de perder frente a Guterres, comentó: “Los refugiados no tienen un plan B, así que yo no lo tengo”.
Arora nació en Haryana, un estado del norte de India, y pasó su infancia en Arabia Saudita, adonde se mudaron sus padres, ambos médicos. Explicó que de los 9 a los 18 años estuvo en un internado en India y que luego decidió irse a Canadá, donde se graduó con mención honorífica de la Universidad de York y trabajó como gerente de auditoría en PricewaterhouseCoopers Canada.
Cuando la contrataron en las Naciones Unidas en diciembre de 2016 para que ayudara a mejorar sus controles financieros internos, la admiración que sentía por esta organización pronto se convirtió en consternación, afirmó.
“El sistema es muy impresionante visto desde fuera, pero no hay una congruencia para lograr que se hagan las cosas”, dijo.
A las pocas semanas de empezar en el puesto fue atropellada por un taxi a la salida del trabajo, y mientras yacía en una cama de hospital con la rodilla izquierda fracturada, pensó: “Si muriera, ¿cuál sería mi legado?”.
Según ella, ese fue el gran momento en que “despertó”.
Ese verano, mientras trabajaba en Uganda, dijo Arora, se encontró con un niño que comía barro. “Esa imagen se me quedó grabada en la cabeza”, dijo, recordando cómo se lo contó a un alto funcionario de la ONU en Nueva York. Su respuesta, aparentemente insensible, la dejó atónita.
“Me dijo, ‘el barro tiene hierro’”, cuenta. “Esa fue la primera vez que me quedé sin palabras en mi vida”.
Explica que esa conversación fue “una gran revelación” para ella.
Se involucró en saber más sobre la historia de la ONU y volvió a estudiar mientras seguía trabajando. Entró al programa de posgrado en administración pública de la Universidad de Columbia, donde trabó amistad con una compañera de estudios haitiano-estadounidense, Anne-Carine Frederique, quien fue pasante en las Naciones Unidas y cuya familia extendida en Haití había sido víctima de una epidemia de cólera que los especialistas médicos rastrearon hasta los cascos azules de la ONU, una mancha constante en el legado de esta organización.
Arora explicó que, como tenían las mismas críticas sobre las Naciones Unidas, las cosas se acomodaron para que Frederique, quien trabaja en la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia, ahora ayude a dirigir su campaña para la secretaría general.
Pese a que Arora no ha recibido un respaldo explícito de las figuras fuertes de las Naciones Unidas, tampoco la han desalentado. Mary Robinson, ex alta comisionada de derechos humanos y expresidenta de Irlanda a quien alguna vez consideraron como contendiente para la secretaría general, señaló en un comunicado por correo electrónico que celebraba la candidatura de Arora como algo “totalmente saludable”.
“Comparto muchas de las inquietudes planteadas por Arora Akanksha acerca de la necesidad de promover a más mujeres y a miembros más jóvenes del personal a puestos de dirección y liderazgo”, decía su comunicado.
Lyric Thompson, directora principal de política y defensoría en el Centro Internacional de Investigación sobre la Mujer (un grupo que ha estado calificando el historial de Guterres relacionado con asuntos de género y que el año pasado le puso B), señaló que no se debe subestimar la candidatura de Arora.
“Durante algún tiempo, ha habido una demanda cada vez mayor de liderazgo feminista”, afirmó Thompson. “Desde Alexandria Ocasio-Cortez hasta Jacinda Andern, contamos con pruebas para no descartar las voces de las mujeres jóvenes”.
Fuente The New York Times
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