Envolver al bebé recién nacido o fajarlo es una práctica realizada desde la antigüedad por diferentes culturas. Así lo documenta el Museo del Traje de Madrid, adscrito al Ministerio de Cultura y Deporte de España, en el libro “Bebés. Usos y costumbres sobre el nacimiento”.
Consiste en colocar alrededor del bebé una manta que se ajuste lo suficiente a su cuerpo para inmovilizarle brazos y piernas. Hay quienes lo hacen de forma parcial, dejándolos libres de la cintura hacia abajo en unos saquitos especiales. De cualquier forma, es un procedimiento que se debe aprender.
Otra investigación sobre las prácticas de crianza desde una perspectiva histórica aporta un dato curioso. Relatan los historiadores que el motivo por el que se envolvía al niño entre los siglos XVI y XVIII en Francia respondía a una creencia popular supersticiosa. Evitaban con ello que el bebé caminara en cuatro patas (como animal), pues se fortalecía la rectitud de sus miembros.
¿Cuáles son los beneficios de envolver al bebé?
Vemos entonces cómo el método evolucionó, adaptando sus beneficios a nociones modernas, científicas y maternas que trascienden la idea de crecer recto y bien proporcionado. Aunque en el fondo siempre se utiliza con fines similares: ayudar al recién nacido a adaptarse en el tránsito de la vida intrauterina al mundo exterior.
La presión que se ejerce con la manta al envolver al bebé le crea un clima de seguridad y calidez similar a la experiencia dentro del útero de la madre. Esto trae consigo los siguientes beneficios:
Ayuda al bebé a sentirse en calma y permite que duerma plácidamente.
Disminuye los movimientos bruscos que, en ocasiones, suelen despertarlo sobresaltado.
Genera una temperatura apropiada a sus necesidades. En el caso de los prematuros es indispensable para su desarrollo.
Todas estas condiciones reducen el llanto del bebé, a veces prolongado, en los primeros días de nacido. Y se traduce en tiempo para el descanso de sus cuidadores, sobre todo para la madre.
¿Tiene algún riesgo?
El mayor riesgo de envolver al bebé está relacionado al síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), que se incrementa según la posición en que lo acostemos. En función de ello, están desaconsejadas las posiciones boca abajo o en prono y la lateral. Lo más recomendable sería acostarlo boca arriba, en posición supina.
Otro riesgo considerable que se destaca es que se desarrolle una displasia de cadera. La misma implica una deformidad que puede tener consecuencias de por vida.
Ahí radica la importancia de dejarle movimiento a las piernas y no inmovilizarlas de forma recta hacia abajo. Esto ha dado pie a que aparezcan alternativas, como las mantas con bolsas para las piernas.
Recomendaciones para envolver al bebé de forma segura
Para envolver al bebé de forma segura es mejor que el personal de enfermería nos entrene al principio, mientras adquirimos la destreza necesaria para realizarlo en casa.
Lo primero que necesitaremos es una manta cuadrada, con una medida aproximada de 85 por 85 centímetros. Procedemos con los siguientes pasos:
Estiramos la manta sobre una superficie plana y doblamos una de las esquinas, en forma de diamante.
Colocamos la cabeza del bebé sobre la esquina doblada, siempre boca arriba, y el resto del cuerpo debe estar todo dentro de la manta.
Tomamos su brazo izquierdo y lo ponemos recto. Luego envolvemos la esquina izquierda de la manta sobre el cuerpo y la llevamos hasta el otro extremo, metiéndola entre el brazo y el costado derecho.
Doblamos la parte de abajo hacia arriba, la guardamos en uno de los costados, cuidando todo el tiempo que no quede muy apretada.
Repetimos el punto 3, esta vez con el brazo derecho y el extremo derecho de la manta que meteremos debajo del costado izquierdo. Nos aseguramos de que no está tan ajustado como para ejercer presión sobre el pecho.
Por último, corroboramos que puede moverse, sobre todo a nivel de las caderas y las rodillas. Y que su cabecita ha quedado despejada.
¿Hasta qué edad es recomendable envolver al bebé?
En la actualidad, la edad recomendable para dejar de envolver al bebé va a la par con el momento en que empiece a voltearse. Varía de acuerdo al desarrollo de cada niño y, en promedio, se ubica entre los dos y los cuatro meses.
Según un metaanálisis titulado “Envolver y el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante”, lo recomendable es dejar de envolverlos antes del sexto mes. A esta edad ya casi todos los bebés se voltean por sí solos y al hacerlo los riesgos de accidentes se incrementan.
¿Puede haber alguna complicación?
Las complicaciones principales las apuntamos en los riesgos: son el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) y la displasia de cadera. También se asocian otras con menos evidencias, como las siguientes:
Sobrecalentamiento: es cierto que entre las ventajas de envolver al bebé se encuentra la de ayudar a regular la temperatura. Sin embargo, para que no se revierta debemos velar porque la habitación se encuentre con buena ventilación. O, si es cerrada, ajustar una temperatura adecuada que evite que la manta genere al niño un calor excesivo.
Disminución de peso: los recién nacidos tienden a bajar de peso los primeros días. En pediatría se conoce como pérdida fisiológica. Un estudio ruso demuestra que los bebés envueltos tardan más en recuperarse y aumentar de peso que los que han estado vestidos de forma libre.
Infecciones respiratorias: estas afecciones son un tema controversial con respecto a su asociación con la práctica. La razón es que existen tantos artículos en contra como a favor. Unos sostienen que el procedimiento disminuye la saturación de oxígeno y otros afirman que, por el contrario, ayuda al bebé a estabilizar la respiración.
Otras consideraciones si vamos a envolver al bebé
Ya conocemos las posiciones de los especialistas sobre la edad recomendada para dejar de envolver al bebé. Basta sumarle a ello nuestro instinto materno. Este no nos fallará para indicarnos cuándo debemos abandonar la técnica.
Podemos hacerlo de manera paulatina; solo por las noches, luego las primeras horas mientras concilia el sueño hasta parar por completo. Algunos pediatras aconsejan no envolver a los bebés que no han sido habituados desde el nacimiento a dormir así.
Es decir, si no se utilizó este método al nacer, no es recomendable comenzar a practicarlo a partir de los 2 o 3 meses. Podría incidir en los patrones de sueño y en el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante.
Fuente: Mejor con salud
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