Los bosques están en crisis. Esta afirmación, por más contundente que sea, ya no sorprende a nadie.
Como se evidenció más que nunca con la pandemia del 2020, las zoonosis son hoy nuestra mayor amenaza. Durante una entrevista con Infobae, el doctor estadounidense Jonathan Quick, líder en materias de salud global y autor de The End of Epidemics, advirtió: “Tres cuartos de los nuevos patógenos se propagan de animales a humanos. La invasión humana de tierras anteriormente salvajes, la deforestación y el comercio no regulado de animales vivos se encuentran entre las acciones humanas que aumentan la posibilidad de pandemias catastróficas”.
Es que la propagación y el surgimiento de enfermedades zoonóticas como el COVID-19 es un indicador de la presión acelerada que estamos ejerciendo sobre los sistemas naturales con nuestros actuales modelos de desarrollo no sostenible. La deforestación y la degradación forestal son los principales factores impulsores de las enfermedades zoonóticas. Cuando están sanos, los bosques son un amortiguador. Pero cuando los bosques son atacados, sus defensas se debilitan, ocasionando la propagación de enfermedades.
“Los bosques son un elemento vital de nuestras economías y nuestra salud”, escribió Marco Lambertini, director general de World Wide Fund for Nature International (WWF, por sus siglas en inglés). “Desde el aire que respiramos hasta la madera que utilizamos. Los bosques, que cubren casi un tercio de la superficie terrestre del planeta, albergan más de la mitad de las especies terrestres del mundo y son la fuente del 75% del agua dulce del mundo”.
El mal manejo de los bosques del mundo está aumentando las emisiones de carbono, devastando la biodiversidad, destruyendo ecosistemas vitales y afectando los medios de vida y el bienestar de las comunidades locales y de las sociedades a nivel mundial, alertó Lambertini. Y la situación está empeorando.
WWF, una de las organizaciones independientes de conservación más grandes con una red global activa en más de 100 países, y Fundación Vida Silvestre publican hoy el informe Frentes de deforestación: causas y respuestas en un mundo cambiante, al que Infobae accedió de forma exclusiva. Es el primer análisis integral de la deforestación que conecta las causas y las respuestas a nivel mundial.
Según este informe, las causas, el ritmo y la magnitud de la deforestación y la degradación forestal han cambiado con el tiempo. La forma en la que las diferentes causas de la deforestación interactúan entre sí y los efectos que tienen en los bosques varían según las regiones. A nivel mundial, se ha implementado una multitud de enfoques para detener la deforestación y la degradación forestal, pero, aunque se han logrado avances para detener la pérdida y degradación forestal, ambos continúan a un ritmo alarmante.
Los frentes de deforestación
La investigación identifica 24 frentes de deforestación, lugares que tienen una concentración significativa de puntos críticos y donde grandes áreas de bosque remanente se encuentran amenazadas. La mayor parte de la pérdida de bosques se concentra en estos frentes en América Latina, África subsahariana, el sudeste de Asia y Oceanía, y cubren un área de 710 millones de hectáreas. Actualmente, la mitad de esta superficie está cubierta de bosques (377 millones de hectáreas o aproximadamente una quinta parte de la superficie forestal total del mundo de bosques en el trópico y subtrópico), y los bosques primarios o intactos representan alrededor de dos tercios (256 millones de hectáreas). Más de 43 millones de hectáreas se perdieron en estos frentes entre 2004 y 2017, un área aproximadamente del tamaño de Marruecos.
Casi la mitad del bosque que permanece en estos frentes, alrededor del 45%, ha experimentado algún tipo de fragmentación. Las áreas fragmentadas y los bordes de las áreas de bosque son más propensos a los incendios y más susceptibles a la intervención humana debido a su mayor accesibilidad.
Este análisis se centra en los trópicos y subtrópicos, que representaron al menos dos tercios de la pérdida de cobertura forestal mundial entre 2000 y 2018 y donde la fragmentación forestal es significativa.
El Gran Chaco tiene una de las tasas más altas de deforestación en el mundo, impulsada particularmente por la producción de soja genéticamente modificada y la ganadería a gran escala. La mayoría de los esfuerzos para controlar la tasa de pérdida de ecosistemas no fueron exitosos, aunque la deforestación se está desacelerando en algunas áreas.
“Consideramos al Gran Chaco como una región prioritaria ya que concentra la mayor superficie de los bosques de la Argentina”, contó a Infobae Manuel Jaramillo, director general de Vida Silvestre. “Esta región ocupa 11 de las 23 provincias de Argentina y es el soporte vivo de un entramado biológico, social y productivo que genera arraigo en el territorio e identidad propia. En sus pastizales, humedales y bosques posee una diversidad de especies que la convierten en un área clave para la conservación. Desde hace más de un siglo esta región enfrenta la pérdida sostenida de su patrimonio natural y cultural a causa del uso no planificado de los recursos y el avance de la frontera agropecuaria”.
“Esto supuestamente ocurre persiguiendo el desarrollo; no obstante los indicadores económicos y sociales de la región y del país no dejan de mostrar resultados negativos”, agregó.
“Cumplir el compromiso del Carbono neutralidad para el 2050, recientemente anunciado por el presidente Alberto Fernández, implica le necesidad de frenar los desmontes y brindar verdaderas opciones de desarrollo para las personas que viven en y de los bosques nativos en la región chaqueña”.
“La demanda agrícola y la intensificación del uso de la tierra son las principales causas de la deforestación. Necesitamos hacer frente de manera urgente a la destrucción y degradación de nuestros ecosistemas ya que sus consecuencias se traducen en pérdidas de servicios ecosistémicos, mayor vulnerabilidad frente al cambio climático y reducción del hábitat para especies animales y vegetales amenazadas de extinción”, señaló.
Las tendencias recientes indican que la deforestación continuará aumentando en estos frentes a menos que exista una acción colectiva y enfoques más integrados y adaptados individualmente.
Causas de la deforestación: viejas y nuevas tendencias
Ya se conoce mucho sobre las causas de la deforestación, sobre todo que están asociadas a la agricultura y las plantaciones, el desarrollo de infraestructura y las actividades extractivas. Sin embargo, conocemos menos sobre cómo la influencia de estas causas tiende a cambiar a lo largo del tiempo, en función de las transiciones políticas y del mercado, con efectos diferentes en las regiones.
Una amenaza común es el desarrollo constante de los caminos asociados con la expansión de la minería y la extracción de madera, que a menudo es seguida por la agricultura comercial. La conversión a la agricultura también está vinculada a las condiciones climatológicas y topográficas, la logística del mercado y la especulación de la tierra que tienden a persistir en las zonas de frontera agrícola. Una causa distintiva de la deforestación es la ganadería en América Latina.
Una nueva tendencia en varias regiones es el creciente número de pequeños agricultores que cultivan productos básicos como cacao, palma aceitera, maíz, y ganadería a veces para la exportación, pero principalmente para satisfacer la demanda en rápido aumento de los mercados internos.
La deforestación también se expande en lugares donde existe presión de operaciones mineras informales y expansión de asentamientos humanos. La extracción ilegal de madera a gran escala, a menudo para abastecer los mercados internacionales de madera, también ha provocado la degradación del bosque y por lo general conduce a su desaparición. Sin embargo, las operaciones de extracción maderera a gran escala están siendo reemplazadas lentamente por actividades informales de menor escala vinculadas a los mercados nacionales y regionales, principalmente para leña y construcción. En ciertos casos, la extracción de madera también se utiliza para financiar la conversión de los bosques a la agricultura o plantaciones.
Respuestas a la deforestación: enfoques de evolución
Los enfoques para detener la deforestación han evolucionado con el tiempo. En particular, ha habido un cambio de la dependencia únicamente en políticas y regulaciones estatales a un mayor énfasis en las iniciativas basadas en el mercado, incluido el Pago por Servicios Ambientales (PSA) y los mecanismos de certificación. Los compromisos corporativos con la deforestación cero también han ido en aumento, acompañados por los compromisos de las instituciones financieras por la sostenibilidad.
Estos enfoques son diversos, entre ellos los que se han enfocado en los derechos humanos, la conservación de áreas ricas en biodiversidad y el mantenimiento de los servicios ecosistémicos, así como los que enfatizan la legalidad de la producción, las cadenas de suministro sostenibles y las finanzas responsables.
Adicionalmente, han surgido dos enfoques que vinculan múltiples intervenciones. El primero es REDD+, el esquema respaldado por la ONU para reducir las emisiones de la deforestación y la degradación forestal. El segundo son enfoques jurisdiccionales y de paisaje que tienen como objetivo abordar la deforestación como parte de objetivos de desarrollo sostenible más amplios, a menudo a escalas subnacionales o de paisaje.
Estos enfoques abarcan diferentes tipos de respuestas que se dividen en dos grupos principales:
1. Respuestas basadas en áreas que incluyen la demarcación de áreas protegidas, reconocimiento de tierras indígenas, moratorias, manejo de incendios y regulaciones de uso de la tierra.
2. Respuestas orientadas a sectores o productos específicos que incluyen sistemas de legalidad y garantías, normas y certificación de sostenibilidad, políticas de deforestación cero y trazabilidad del abastecimiento, PSA, financiamiento de paisajes sostenibles y monitoreo de la deforestación.
Varias respuestas han alcanzado resultados positivos, y algunas han logrado impactos a gran escala más rápido que otras, pero no hay certeza de que estas respuestas no se reviertan. Por lo tanto, deben ir acompañadas de condiciones que aseguren su permanencia a largo plazo (apoyo político continuo, etc.), aumenten su aceptación y amplíen su escala con el tiempo (reducir costos, mejorar la distribución de beneficios o redefinir el acceso al mercado, etc.).
Además, se necesitan buenos sistemas de monitoreo para abordar la ilegalidad, la implementación inadecuada o el cumplimiento parcial y las fugas (desplazamiento de la conversión de un lugar a otro).
Finalmente, la crisis del COVID-19 puede abrir la puerta al tipo de cambios transformacionales que se han identificado como necesarios desde hace algún tiempo: la relación cambiante con la naturaleza, abordar el consumo excesivo y valorar más la salud y la equidad en lugar del abrumador énfasis actual en el crecimiento económico y las ganancias financieras. Lo que hemos aprendido sobre todo es que las respuestas para abordar la deforestación y sus impulsores deben ser inclusivas y adaptadas a los contextos locales y regionales. Las soluciones han resultado más eficaces cuando combinan varias opciones de respuesta.
El camino a seguir
Las respuestas para abordar la deforestación y sus causas deben adaptarse a los contextos locales y regionales, y deben ser inclusivas y adaptables a lo largo del tiempo. No existe un enfoque único para todas las situaciones: las soluciones han resultado más efectivas cuando múltiples respuestas tienden a reforzarse entre sí y, a menudo, involucran alianzas públicas y privadas.
Se necesita un equilibrio entre la rigurosidad de las regulaciones y normas, y la capacidad de los productores, en particular los pequeños agricultores, para cumplirlas. Las economías ilegales y la corrupción persisten socavando la sostenibilidad: hay una necesidad urgente de mecanismos para asegurar una mayor rendición de cuentas y transparencia. Las respuestas en los países consumidores deben involucrar de manera más significativa a las partes interesadas de los países productores para desarrollar soluciones viables a largo plazo. Al buscar soluciones duraderas a gran escala, las respuestas deben considerar frentes específicos, así como el momento más propicio.
De esta manera, desde la WWF hacen un llamado para usar esta crisis como una señal de alarma para detener la pérdida de la naturaleza y de los bosques, uno de los recursos naturales más preciados de nuestro mundo que deben ser salvados a toda costa.
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