Del sólo te lo repito una vez de nuestros padres o abuelos se ha pasado al ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? o del Hay sopa para cenar al ¿Qué quieres comer? Los padres con tal de de que sus hijos sean felices y se mantenga la paz familiar olvidan el principio de autoridad, que nada tiene que ver con el autoritarismo, y se alejan del sentido común a la hora de lidiar con su prole.
El objetivo de que los hijos respeten y obedezcan se ha transformado en que no se enfaden, no chillen, no se frustren… hay exceso de sobreprotección y consentimiento y los resultados pueden llegar a ser nefastos.
Maribel Martínez, psicóloga especialista en terapia breve estratégica, explica a EFEsalud como paradójicamente la actual generación de padres es incapaz de lidiar con las cosas más básicas de la educación de sus vástagos, a pesar de que se han “profesionalizado”.
Profesionalizado quiere decir que son padres “que se preocupan por todo lo que afecta a sus hijos y se dedican a ellos en cuerpo y alma. Acuden a cursillos, leen libros, se implican en las asociaciones de madres y padres….”
Quieren ser padres excelentes, que sus hijos no sufran, que tengan una magnífica preparación para la vida y que sean felices.
“A priori todo ello debería entenderse en clave positiva, pero la realidad es que a menudo se desatiende el objetivo más importante: educar en la autonomía personal y los valores”.
Claves para lidiar con los hijos
En su libro “Cuantas veces te lo tengo que decir ? (Arpa), Maribel Martínez resume sus años de práctica profesional y brinda claves y consejos muy sencillos y muy alejados de las teorías que no funcionan y han convertido a los niños en personas dependientes, inseguras, con trastornos de ansiedad, miedos, fobias, baja tolerancia a la frustración, adicción a las pantallas, o rebeldía….
Para Maribel Martínez es crucial que los padres entiendan que tiene que haber un principio de autoridad, que no pueden ser amigos de sus hijos, que no se puede negociar ni explicarles ni preguntarles todo y que deben replantearse qué es lo que no funciona para abordar otras estrategias.
Les explican con toda la paciencia del mundo los motivos por los cuales han de hacer las cosas: «Nos tenemos que ir a casa porque tengo que hacer la cena, y tu tendrás que darte un baño antes de dormir y si no nos vamos ahora se hará muy tarde y todo se retrasará, dormirás menos y mañana tendrás sueño y estarás cansado».
Los padres quieren que los hijos les entiendan, pero los niños no atienden a estas razones.
Alguien realmente imagina una respuesta del tipo: «Es cierto, vámonos ya que así no te estresarás y dará tiempo a todo, yo ya he jugado un buen rato y volveremos otro día».
“Pues no. Eso no va a pasar. De modo que dar tantas explicaciones no funciona. En la infancia -apunta la psicóloga- no se razona así…”
En su libro dirigido a padres con hijos de 5 a 12 años, la autora afirma que está claro que lo primero es el sentido común.
En su consulta lo primero que les aconseja a las parejas es que no permitan a sus hijos hacer aquello que ellos nunca hubieran hecho a sus padres.
Y recomienda volver al háblame bien que soy tu madre/padre. Una frase que defiende hay que decir “en esas situaciones en las que el hijo traspasa la línea roja, aunque sea levemente, con un «jo, tío», «pesado», o cuando deja con la palabra en la boca a uno de los padres”.
Si ya son mayores, aboga porque la frase vaya acompañada de la actitud correspondiente.
“Es decir, acercarse al hijo a un metro de distancia (menos sería invadir su espacio personal, y más no sería eficaz) mirarle a los ojos y decírselo con voz firme y seria la frase. Dar media vuelta e irse”.
Claves para lidiar con los hijos
Alude asimismo a cómo salir de los círculos viciosos que llevan siempre al mismo resultado no deseado.
Por ejemplo, en el caso de las peleas entre hermanos, los padres suelen intervenir para poner paz y hacer justicia con resultado nulo.
Y si el resultado es nulo, apunta, es que ha llegado la hora de cambiar la estrategia y probar con nuevos métodos o mensajes del tipo: estoy seguro/a de que podréis resolver vuestras diferencias.
De esta forma se les transfiere la responsabilidad y se les obliga a pensar y reflexionar.
Como estos mensajes son inesperados, “los hijos insistirán, agudizarán los gritos y acusarán de agresión al otro. La respuesta de los padres ha de seguir en la misma línea, transmitir confianza en que podrán solucionarlo”.
“Incluso algo de humor, algo así como: «¿Hay algún brazo roto?», «¿Hay que ir al hospital a poner algún punto de sutura? ¿No? Pues nada, seguid negociando que conseguiréis llegar a algún acuerdo».
Sobre todo cuando las soluciones de intervenir para poner paz, castigar a uno o a los dos, o intentar convencerles de que se deben llevar bien no han funcionado.
Otros consejos
Hay que evitar los reproches o los castigos tipo no verás la televisión en un mes, que luego además nunca se cumplen.
Tampoco, señala, resultan efectivas las descalificaciones: “eres un vago”; ni los sermones, ni las amenazas: “como vuelvas a suspender”… o el chantaje emocional: ¡Qué decepción!
Así frente a los suspensos, sugiere, entre otras pautas, preguntar sobre el problema ¿Cómo es que has suspendido? y ante las respuestas típicas del profesor me tiene manía, interrogar cuánto ha estudiado, cómo ha estudiado…
Sugiere al mismo tiempo inquirir sobre las soluciones en lugar de imponerlas, cuestionarle que puede hacer diferente, tipo ¿si hubieras estudiado más te habría salido mejor?
La hora de comer
La hora de las comidas también tienen cabida en su libro: niños que comen poco, que se levantan de la mesa, que no les gusta nada, o que se tiran horas jugando con la comida.
Para empezar, aconseja marcar un tiempo de diez o quince minutos para cada plato.
“Cuando finalicen los tiempos marcados se recogerá la mesa, aunque el niño no haya acabado, pero nada de sermones dietéticos que al menor no le importan, y sí en cambio refuerzo positivo del tipo tendrás cinco minutos más de televisión si te acabas las verduras”.
Se trata de evitar que las comidas se conviertan en momentos de estrés y de aprovecharlas para hablar de cosas que interesen a toda la familia.
Otros aspectos cotidianos que provocan fricciones familiares como el uso de pantallas y móviles, los miedos infantiles, o ir a dormir a la hora requerida también son abordados en este libro de claves para lidiar con los hijos, para que escuchen y respeten y para que la educación no se convierta siempre en una montaña cuesta arriba.
Para lograrlo Maribel Martínez aboga por apostar por los valores de respeto a padres y hermanos, por fomentar la autonomía personal: vestirse y estudiar solo.., por propiciar la responsabilidad: puntualidad, colaboración en casa… y por educar la inteligencia emocional para superar miedos, frustración…
Fuente: EFE
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