El bombardeo de anuncios electorales es incesante en Florida. Una valla publicitaria cada pocos cientos de metros en las autopistas. Cuñas de radio de radio en inglés, creole y español, con varios acentos, emitidas en cada desconexión.
El soleado Estado del sur del país es una de las principales plazas en liza en los comicios del tres de noviembre, y las campañas de Donald Trump y Joe Biden han puesto toda la carne en el asador para rascar el mayor número posible de sufragios.
Florida da al ganador 29 votos de colegio electoral, básicos para alzarse con la Presidencia. El actual líder estadounidense ganó allí con apenas 113.000 votos de diferencia –1,2 puntos porcentuales– sobre Hillary Clinton. Ahora Biden lidera las encuestas, aunque apenas a 3,3 puntos de ventaja sobre Trump, según el consolidado de sondeos realizado por ‘The Guardian’, prácticamente dentro del margen de error. Cualquier cosa puede suceder todavía.
La batalla por Florida se libra en lugares como la Pequeña Habana, una zona de Miami donde la comunidad latina es mayoría. En los restaurantes y bares se escucha salsa, y mucha de la cartelería del lugar está escrita en castellano. No son pocos los edificios que comparten la bandera estadounidense con la enseña cubana -el mayor grupo residente en la zona- puertorriqueña o nicaragüense.
Muchos van a ir a las urnas con la mirada puesta en la situación de sus países de origen. «Yo soy cubana, muy capitalista y súper pro republicana. Biden no es un mal candidato, pero tiene detrás la agenda socialista de su partido.
Estoy de acuerdo con que a todo el mundo le echen una mano, pero no que mis impuestos mantengan al pueblo», señala Ana María Hernández, una ciudadana estadounidense que llegó al país desde la isla caribeña hace 62 años.
Trump y sus asesores han señalado en numerosas ocasiones que el entorno de Biden va a ser amigo de los gobiernos de ultra izquierda de América Latina, algo que les ha granjeado cierta popularidad entre parte de la comunidad latina, que supone más del 17% de los electores del Estado sureño.
Biden lidera entre ellos, con un 6% de ventaja sobre Trump, según un análisis de la CNN, pero la diferencia es inferior a la que disfrutó Clinton en 2016. La ex primera dama ganó el voto latino con un 21% de diferencia con respecto al actual líder estadounidense.
Trump habría logrado reducir la distancia, creen parte de los analistas, debido a la política de mano dura contra los gobiernos de Cuba, Nicaragua o Venezuela.
«Me gusta que Trump haya hecho otro embargo contra Cuba. La gente allí no va a tener otras oportunidades hasta que caiga el comunismo. Mis padres vinieron aquí a trabajar desde Cuba. Hicieron una vida. Nunca fuimos de tener mucho dinero… Vinimos a trabajar y no queremos las cosas gratis», comenta, mientras levanta una bandera en apoyo a los republicanos, Orestes Padrón, ex empleado en una empresa telefónica, que llegó a Miami con tres años.
LA PANDEMIA Y LA TERCERA EDAD
Otro de los segmentos de población más relevantes de Florida es el de la tercera edad. Son más del 21% de votantes en un Estado conocido por ser un lugar de retiro predilecto para los jubilados estadounidenses.
Trump ganó holgadamente Florida entre los mayores de 65 años en 2016. Distanció a Clinton con 17 puntos de diferencia, según encuestas a pie de urna, en ese segmento. Pero ahora, ese apoyo se podría estar erosionando. Biden se impondría entre la tercera edad con el 47% de los votos, por el 45% que obtendría Trump, según un sondeo publicado por The New York Times.
Una de las causas principales, según los analistas, es el menosprecio de la pandemia, que afecta a los más mayores, por parte del presidente.
Algo que no ha hecho que Ana María, que entra dentro del segmento, cambie su voto. «El coronavirus es un problema, pero las medidas del presidente no tienen nada que ver. Además de que si él, Castro o quien sea me dicen ahora que yo me tengo que tirar de un puente, yo no lo voy a hacer porque tengo dos dedos de cabeza. Pero él nunca va a quedar bien. El presidente, desgraciadamente, no puede crear pánico, él no creó esta pandemia, y desgraciadamente todos estamos igual en el mundo», comenta.
No es de la misma opinión Daniel Thompson, un seguidor de Biden que desempeña sus labores en el sector financiero. «Lo de Trump con la pandemia es mentira, tras mentira, tras mentira. Sabía cómo de peligrosa era, y la ha menospreciado, poniéndonos en peligro a todos», comenta, junto a una cafetería de una gran cadena norteamericana, que no sirve en el interior del local y ha colocado sus mesas en la calle, a amplia distancia una de otra.
«El presidente no apoya la democracia liberal como la conocemos. Cree claramente que está por encima de la ley y quiere que aceptemos que arruine el país como un aprendiz de dictador, que es lo que quiere ser», añade.
Los simpatizantes de Biden rechazan también ser tildados de izquierdistas radicales. «Yo no soy socialista. Fui votante republicana registrada por más de 30 años. Cambié de partido el año pasado porque esto ya no lo aguantaba más. Me asustan los grupos de odio.
Hace cuatro años no veías a tantas milicias. Pero este presidente ha acogido a esos grupos, porque son parte de sus seguidores», asegura Olga Guerra, descendiente de migrantes cubanos, de 53 años, en uno de los Estados más polarizados del país.
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