Las evidencias científicas ya habían demostrado que el ejercicio físico es una de las mejores opciones para combatir el sobrepeso y la obesidad, y un equipo internacional de investigadores ha demostrado ahora que esa práctica no aumenta las ganas de comer.
El trabajo, en el que han participado investigadores de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), ha permitido analizar el efecto que tiene la práctica de ejercicio físico en la ingesta de calorías y cómo puede ayudar a combatir los problemas derivados del sobrepeso y la obesidad mediante la modulación de la dieta.
¿Cómo afecta el ejercicio en la alimentación?, ¿produce una mayor sensación de hambre haciendo que se incremente el consumo de calorías?, ¿hace que una persona tenga preferencia por unos alimentos frente a otros? Estas cuestiones se plantearon los investigadores del Grupo de Investigación del Laboratorio de Fisiología del Esfuerzo (LFE Research Group) de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la UPM que han participado en el estudio PRONAF (Programas de Nutrición y Actividad Física para el tratamiento de la obesidad), uno de los mayores de este tipo realizados hasta la fecha.
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El trabajo de los investigadores de la UPM se centró en analizar si un tipo específico de ejercicio podría favorecer una mejor adherencia a la dieta prescrita, una mayor motivación relacionada con la alimentación, una composición de dieta más saludable o mayores cambios en la composición corporal en personas con sobrepeso y obesidad.
La obesidad es un problema de salud pública que se relaciona con numerosos factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares y comorbilidades, recordó la investigadora Ana Belén Peinado, que ha observado que varios estudios han servido para comprobar que el ejercicio puede modular la ingesta de alimentos y contribuir a la regulación del apetito, la ingesta total de calorías y la propia composición de la dieta.
“Sin embargo, el tipo de ejercicio que podría inducir mayores cambios fisiológicos y de conductas, relacionados con el comportamiento alimentario y la ingesta de alimentos, sigue sin estar claro”, explicó la investigadora en una nota difundida hoy por la Universidad.
Esa relación es la que han estudiado los investigadores, que tomaron para ello una muestra de 300 personas sobre las que se analizaron más de 2.500 variables.
Los resultados obtenidos ahora no mostraron efectos sustanciales del tipo de ejercicio sobre la ingesta de energía, la selección de macronutrientes o los cambios en la composición corporal.
Sí comprobaron que las personas que hacían más ejercicio aumentaban más el consumo de proteínas, lo cual es positivo, ya que un aumento en la actividad física diaria requiere una mayor ingesta de proteína, y esas personas estarían así ayudando a cubrir ese requerimiento de una forma espontánea.
Comprobaron además que el ejercicio de fuerza, aeróbico o la combinación de ambos, no provocan una mayor necesidad de ingesta en personas con un exceso de peso, y que las personas que inician un programa de ejercicio a largo plazo no aumentan su consumo de energía de manera compensatoria.
En la investigación han participado además el Interdisciplinary Centre for the Study of Human Performance (CIPER) de Lisboa, el Instituto de Investigación Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ) y el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander, y los resultados se han publicado en la revista Nutrients. EFE
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