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¿Acaso debemos beber menos?


¿Es posible que una o dos copas diarias mejoren nuestra salud?
Durante muchos años, las pautas alimentarias influyentes del gobierno federal de Estados Unidos dieron a entender eso al afirmar que existía evidencia de que un consumo moderado de alcohol podría reducir el riesgo de padecer una enfermedad cardiaca y disminuir la mortalidad.
No obstante, ahora un comité de científicos que está ayudando a actualizar la edición más reciente de las Pautas alimentarias para estadounidenses está adoptando una postura más rigurosa respecto al alcohol. En una conferencia telefónica reciente, el comité afirmó que planeaba recomendar que los hombres y mujeres que beben se limiten a una sola copa de vino, una cerveza o una copa de licor al día. El comité pide que no bebas porque crees que eso mejorará tu salud: no es así. Además, sostiene que, por lo general, beber menos es mucho más benéfico para la salud que beber más.
Ese mensaje representa una ruptura con las pautas anteriores, las cuales, desde 1980, han definido como consumo “moderado” de alcohol hasta dos copas diarias para los hombres y una para las mujeres. Las agencias gubernamentales también han definido desde hace mucho que una copa estándar equivale a 355 mililitros de cerveza normal, 147 mililitros de vino y 45 mililitros de bebidas destiladas (con 40 por ciento de alcohol), cantidades que los estadounidenses superan con frecuencia.
La nueva pauta aún no es definitiva. Se espera que el comité asesor la incluya en un informe que publicará a mediados de julio y remitirá al Departamento de Agricultura y al Departamento de Salud y Servicios Humanos. Está previsto que estas dos agencias publiquen las pautas alimentarias a finales de este año.
De ser aceptada, la nueva recomendación hará de Estados Unidos el país más reciente en emitir una pauta más estricta en cuanto al consumo de alcohol. En los últimos años, Australia, Gran Bretaña, Francia y otros países han emitido nuevas pautas que reducen los límites recomendados de consumo de alcohol diario y semanal. Las autoridades en salud en esos países han afirmado que la evidencia sugiere que consumir menos alcohol es más seguro y que incluso una copa diaria aumenta el riesgo de padecer cáncer.
El debate científico en torno al consumo moderado de alcohol se remonta a la década de 1970, cuando los investigadores de California se dieron cuenta de que los abstemios padecían más infartos que las personas que bebían moderadamente. En las décadas posteriores, muchos estudios observacionales que analizaron poblaciones numerosas documentaron lo que se conoce como la curva en J entre el alcohol y la mortalidad debida a cualquier causa, en especial los padecimientos cardiacos: los índices de mortalidad se redujeron entre quienes bebían moderadamente, en comparación con quienes no bebían y luego aumentaba entre aquellas personas cuyo consumo excedía una o dos copas diarias.
No obstante, los estudios observacionales solo pueden mostrar una correlación, no una causalidad, además de que tienen otras limitaciones. Un factor que provoca mucha confusión es que el estatus socioeconómico es un gran indicador de salud y esperanza de vida, y tiene una relación cercana con los niveles de consumo de alcohol. Los estudios muestran que, en comparación con los bebedores empedernidos y los abstemios, las personas que beben moderadamente suelen ser más acaudaladas y tener un nivel educativo más elevado. También suelen tener mejores servicios de salud, hacer más ejercicio, llevar dietas más saludables y presentar menos obesidad.
Un estudio que comparó a los no bebedores con los bebedores moderados (que se definen como esas personas que beben dos copas al día en los hombres y una en las mujeres) reveló que 27 de los 30 factores de riesgo sólidamente establecidos para las enfermedades cardiacas tenían una “prevalencia significativamente mayor” entre los no bebedores. En otras palabras, en lugar de mejorar la salud, el consumo moderado de alcohol puede ser indicador de un mayor nivel socioeconómico y otros factores del estilo de vida que favorecen una vida más larga.
Otro problema de los estudios de observación es el sesgo en la selección. En algunos estudios grandes, las personas clasificadas como “no bebedoras” podrían ser en realidad antiguas bebedoras empedernidas o padecer problemas de salud que les impidan beber. En los estudios se ha comprobado que los no bebedores tienen mayores índices de discapacidades físicas, problemas psiquiátricos y enfermedades preexistentes. Cuando los estudios rigurosos tienen en cuenta estos factores, revelan que el efecto protector del consumo moderado de alcohol desaparece.
“La aparente protección se desvanece como la niebla en un día de otoño al salir el sol”, afirmó Timothy Stockwell, investigador del tema del alcohol y director del Instituto Canadiense de Investigación de Adicciones de la Universidad de Victoria. “Cuando haces un análisis forense de todos estos miles de estudios, la mayoría de ellos tienen defectos terribles y están abiertos a estos sesgos sistemáticos”.
Una manera de superar estas limitaciones es a través de estudios genéticos. Algunas personas son portadoras de una variante genética que altera su capacidad para metabolizar el alcohol, lo que les provoca enrojecimiento de la piel, irritación y otros síntomas desagradables cuando beben. En consecuencia, suelen abstenerse o beben muy poco. En teoría, si el alcohol fuera benéfico para la salud cardiaca estas personas deberían padecer más enfermedades cardiacas en comparación con otras. En cambio, como reveló un gran análisis muy completo publicado en la revista BMJ en 2014, tienen “un perfil cardiovascular más favorable y un riesgo reducido de padecer enfermedades coronarias que aquellos que no tienen la variante genética”.
El estudio concluyó lo siguiente: “Esto sugiere que la reducción en el consumo de alcohol, incluso entre los bebedores ocasionales y moderados, beneficia la salud cardiovascular”.
No todo el mundo coincide en que los beneficios para la salud de un consumo moderado de alcohol son ilusorios. El alcohol tiene propiedades anticoagulantes y el vino tinto en particular contiene polifenoles que tienen efectos benéficos sobre el microbioma, aseveró Erik Skovenborg, médico familiar y miembro del Foro Internacional sobre el Alcohol, un grupo internacional de científicos que estudian la relación entre el alcohol y la salud. El alcohol también eleva las lipoproteínas de alta densidad (HDL, por su sigla en inglés), a menudo denominado colesterol “bueno”, aunque estudios recientes han puesto en duda que sea cardioprotector.
Skovenborg señaló que la información observacional dejaba claro que el consumo moderado de alcohol era más que un indicador de un estilo de vida saludable.
“En estos estudios hay muchos participantes que presentan todos los factores de un estilo de vida saludable”, dijo, “y si a eso le añadimos un consumo moderado de alcohol, aumenta los beneficios relacionados con una vida más larga y menos problemas de salud”.
Una copa de vino blanco, en Nueva York, el 12 de junio de 2019. (Tony Cenicola/The New York Times)

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