BANGKOK — Hace más de una década, era común que los dueños de elefantes llevaran a sus animales a las ciudades de Tailandia y mendigaran en las calles. A lo largo de la frontera con Birmania, los madereros ilegales usaban elefantes para cargar la madera y sacarla del bosque.
Gradualmente, Tailandia logró reducir esas prácticas y mejorar la vida de los elefantes domesticados. Pero ahora, la pandemia de coronavirus que enferma a los humanos en todo el mundo amenaza con afectar ese progreso.
Una caída repentina del turismo extranjero ha ocasionado el cierre de decenas de parques de elefantes y atracciones turísticas similares, lo que ha dejado sin trabajo a más de 1000 elefantes en Tailandia y ha puesto en peligro su futuro, según afirman los operadores de esos negocios turísticos.
En años recientes, la principal preocupación que los defensores del bienestar animal han planteado sobre las diversas actividades turísticas con elefantes en Tailandia ha sido si constituye un abuso que los turistas monten a esas criaturas.
Pero ahora, la preocupación más urgente de muchos propietarios de elefantes es seguir alimentándolos. Dar de comer a un elefante puede costar hasta 40 dólares por día, más de tres veces el salario mínimo diario en Tailandia.
Theerapat Trungprakan, presidente de la Asociación de Alianza de Elefantes de Tailandia, un grupo de operadores de actividades turísticas con elefantes, dijo que temía que, a menos que interviniera el gobierno, algunos dueños de elefantes se vieran obligados a regresarlos a las calles o incluso a usarlos en operaciones de tala ilegal.
“No queremos volver a ese tipo de alternativas de supervivencia”, dijo Theerapat. “Eso pondrá en peligro el bienestar de los elefantes, como cuando hacen que los elefantes deambulen por las calles mendigando plátanos o caña de azúcar”.
Tailandia, que hasta el martes había reportado 827 casos de coronavirus y cuatro muertes, ha tratado de detener la propagación del virus cerrando escuelas y lugares de entretenimiento y alentando a las personas a quedarse en casa.
El brote inicial en China provocó una caída repentina de los visitantes a Tailandia, puesto que ambos países restringieron los viajes. En 2019, China contribuyó con más de una cuarta parte de los 40 millones de turistas que visitaron Tailandia.
En febrero, la afluencia de turistas en Tailandia disminuyó un 44 por ciento en comparación con el año anterior. El turismo se ha desplomado aún más en marzo debido a las nuevas limitaciones en los viajes y las actividades.
El turismo constituye una gran parte de la economía tailandesa. Antes de que el virus se expandiera, los viajes y el turismo representaban más del 20 por ciento del producto interno bruto del país y empleaban a casi el 16 por ciento de la fuerza laboral.
Los efectos se han sentido en toda la nación. Las habitaciones de los hoteles están vacías y los taxis no están trabajando. Los eventos importantes han sido pospuestos o cancelados, incluidos los festivales del Año Nuevo tailandés que normalmente se celebran en abril, así como la primera Convención Mundial de Muay Thai del Consejo Mundial de Boxeo, que se había programado para este mes en Bangkok.
Según los operadores, las actividades turísticas con elefantes se han visto muy afectadas.
En el norte de Tailandia, 85 de estos negocios han suspendido temporalmente las operaciones debido a la falta de visitantes, dijo Borpit Chailert, gerente general del Parque de Elefantes Maetaeng, ubicado al norte de la ciudad de Chiang Mai.
El gerente afirmó que el parque Maetaeng, una de las atracciones turísticas más grandes del país, seguía abierto, pero que los visitantes habían disminuido un 90 por ciento, lo que obligó a la compañía a reducir las horas de los empleados. El parque solía recibir hasta 1000 visitantes por día. El sábado solo había cuatro.
Tailandia tiene unos 3800 elefantes domesticados. Liberarlos en el bosque, donde viven unos 3000 elefantes salvajes, no es una opción porque es ilegal según la ley tailandesa. En el bosque, los elefantes domesticados competirían con los salvajes.
“No pueden buscar comida en el bosque porque están acostumbrados a que los alimenten”, dijo Borpit. “Imagínese si liberamos alrededor de 3000 elefantes domesticados en el bosque al mismo tiempo. No habría comida para alimentar a todos los elefantes”.
Los elefantes son el símbolo nacional de Tailandia. Algunos fueron utilizados en operaciones de tala durante generaciones hasta 1989, cuando el gobierno tailandés, ante la rápida destrucción de sus bosques, prohibió casi toda la tala comercial.
Más recientemente, muchos elefantes cautivos han sido utilizados como atracciones turísticas, a menudo en pequeñas empresas con alrededor de una docena de animales, donde los visitantes pueden montarlos. Algunos negocios más grandes también ofrecen paseos en elefante.
Los defensores del bienestar animal dicen que el entrenamiento y el trato de los elefantes en esos lugares a menudo son abusivos, y exigen que se deje de explotar a los animales en los circos o permitiendo que los turistas los monten. Dicen que es mejor para los turistas simplemente observar a los animales en refugios y santuarios, que son una parte creciente de esos negocios.
Un grupo que promueve el bienestar de los elefantes en Tailandia, la Fundación Amigos del Elefante Asiático, ha instado al gobierno a que establezca un fondo para este tipo de emergencia turística.
“Esta financiación es importante porque, sin ingresos, ¿cómo obtendrán los propietarios de elefantes y los dueños de parques el dinero para comprar la comida de los elefantes?”, dijo la cofundadora y secretaria general del grupo, Soraida Salwala. “Estoy muy preocupada por esta situación”.
Theerapat, el presidente de la Asociación de Alianza de Elefantes de Tailandia, dijo que la mayoría de los elefantes en las empresas de actividades turísticas de Tailandia son alquilados a sus dueños. Explica que, si los parques los devuelven, algunos propietarios podrían decidir que no tienen más remedio que ponerlos a mendigar en las calles.
O algunos elefantes podrían usarse para transportar madera a lo largo de las fronteras con Birmania y Laos, donde correrían el riesgo de pisar las minas que quedan de los conflictos en la región, agregó.
“Estos elefantes viven en una zona de riesgo”, dijo Theerapat. “Cuando regresen, en algunas áreas todavía hay tala ilegal. Y cuando los ahorros de los dueños de los elefantes se agoten, podrían pensar que esa es una salida”.
Un trabajador usa un cubrebocas en el aeropuerto de Suvarnabhumi en Bangkok, Tailandia, el 6 de febrero de 2020. (Adam Dean / The New York Times). 2020 The New York Times Company
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